Umberto Eco, días antes de morir, entregó un texto a la editorial. Este libro póstumo, que se publicó en el 2016 con el título Pape Satàn Aleppe (de clara influencia dantesca), contiene diversos artículos publicados en sus últimos años, relacionados con la denominada «sociedad líquida» de Zygmunt Bauman. Y una entrada de dicho libro, como no podía ser de otra manera, lo dedica al rol del profesor.
Sobre este punto señala que «[a]nte todo un enseñante además de informar debe formar. Lo que hace que una clase sea una buena clase no es que en ella se aprendan fechas y datos, sino que se establezca un diálogo constante, una confrontación de opiniones, una discusión sobre lo que se aprende en la escuela y lo que ocurre fuera de ella» (Eco, 2016, p. 90).
Traigo esto a colación pues vemos que uno de los candidatos a la Presidencia de la República pregona su rol de «maestro» por doquier, acaso hasta el cansancio (se sigue refiriendo a «mis alumnos», cierra sus intervenciones con la alocución «palabra de maestro», rotula a su diálogo con Pepe Mujica como «encuentro entre maestros», avisos publicitarios, etc.), pese a que ha dejado la enseñanza activa hace muchos años y que, a juzgar por sus declaraciones públicas y actitudes (considerar que el feminicidio es producto de la ociosidad, desconocer conceptos básicos de economía como «monopolio» y «utilidad», apagar el audio en una videoconferencia para concluir intencionalmente una entrevista, etc.), está muy lejos de cumplir con las exigencias mínimas que requiere esa noble profesión formativa.
Pero no solo ello, sino que contrario a dicho rol, promueve odio y división entre peruanos, olvidando lo que Basadre mencionó alguna vez sobre la formación del «querer existencial nacional», cuya transgresión dinamita la integración entre connacionales, a pocos meses del bicentenario. «Pero el “querer existencial nacional” no será posible mientras arda la guerra civil en el alma de los peruanos. El desprecio o encono entre región y región, entre raza y raza, entre clase y clase, abren cortes horizontales en el alma del país para impedir, consciente o subconscientemente, su integración» (Basadre, 2007, p. 35).
Vistas así las cosas, esta apelación al «maestro» como distintivo de autoridad solo ha sido usufructuado con oportunismo para generar empatía en ese gran sector de la población (que se identifica con el candidato) que viene siendo olvidado por la desidia de gestiones y que ha sufrido, en mayor medida, las consecuencias de la pandemia.
Referencias bibliográficas:
Basadre, Jorge, 2007: Meditaciones sobre el destino histórico del Perú. Ediciones Copé: Lima.
Eco, Umberto, 2016: De la estupidez a la locura. Cómo vivir en un mundo sin rumbo. Lumen: Barcelona.
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