La necesidad de darle un rostro a quien solo hemos escuchado por referencias de terceros hace que fantaseemos sobre cómo pudo haber sido en vida, quizá movidos por el instintivo miedo al vacío. Por suerte, una de las imágenes que se han conservado hasta ahora es la de don José de San Martín. En ella sobresale la cabellera completamente pelicana, su marcada delgadez y una levita oscura y gruesa. Aún mantiene la severidad intacta a sus setenta años. La luz natural le llega desde el lado izquierdo e ilumina esta parte del cuerpo mientras aguarda acodado en lo que sería una silla. Y si somos observadores podremos advertir incluso una huella dactilar en el extremo inferior derecho del daguerrotipo.
Hoy se cumplen doscientos años del desembarco de San Martín en Paracas, del decisivo paso que posteriormente significó la independencia del virreinato del Perú. En una hipotética evaluación sobre estos casi doscientos años de vida republicana, ¿obtendremos una nota aprobatoria?
