[Poema] «Lo llaman coronavirus (…) porque el mundo se quedó sin poesía»

El último poemario de Manuel Vilas.

Este poema fue escrito hace exactamente dos años. El mismo día que se reportó el primer caso de coronavirus en Latinoamérica:

«26 DE FEBRERO, AÑO 20

Llegan noticias de que la peste crece.

China, Corea, Italia, Francia, España.

Y yo en tu regazo maternal, Roma.

Lo llaman coronavirus, es un nombre

técnico, porque el mundo se quedó sin poesía.

Es el mal que viene del corazón de la tierra,

pero a mí me quedan muchas iglesias por ver.

Cada vez que entro en uno de tu templos

mi corazón vuelve a latir como el de un adolescente.

Debería haberme muerto ya, me digo.

Y tú me ofreces una nueva iglesia.

Esas iglesias tuyas son besos que me lanzas.

para tenerme entretenido con la vida.

Son puertas a ningún sitio.

Son tus mentiras dulces y locas» (Vilas, 2020, p. 146).

Referencias:

Vilas, Manuel, 2020: Roma. Madrid: Visor.

Tañer de campanas

JulioGurumendi_RTS
Fuente: youtube.com

A partir de las 14:00 horas, en Ecuador, las iglesias hacen repicar sus campanas con el propósito de que cese la pandemia de coronavirus en el mundo. Por esta razón, un canal de televisión de Ecuador, RTS, realizó una transmisión desde la parroquia San Jerónimo de Chongón, en Guayaquil.

Se escucha el tañido de las campanas. Los campanarios se encuentran dentro de la iglesia, y otro más, a unos metros de distancia, en la plaza adyacente al templo. El robusto periodista comienza con el enlace en vivo, ataviado con mascarilla y guantes de látex, como es común ver por estos días. La cámara lo enfoca en un plano medio largo. «Ha iniciado a las 14:00 horas en punto, en todas las iglesias católicas, el sonar de campanas para pedir a Dios, para que cubra con su manto…». Y se detiene abruptamente. No puede seguir. Está sollozando. La mascarilla disimula en gran medida parte sus gestos, pero no todos. Nervioso, mira su celular. Le tiemblan las manos. Toma aire e intenta hablar una vez más, pero es en vano. Hace un gesto con la mano derecha, que sostiene su celular, para que detengan el enlace. Voltea el rostro y contempla, por un par de segundos, la fachada de la iglesia, quizás para darse fuerzas. Pide perdón ante las cámaras. Toma aire. «Estamos en vivo y en directo…». Para de nuevo. Respira entrecortadamente. Intenta otra vez. «Con el repique de las campanas de la iglesia católica, se les pide quedarse en casa, ver por los suyos, sus familiares…Mil disculpas». Mira al suelo. Se cubre el rostro. Avanza unos pasos y se va a un lado de la plaza para llorar, desconsolado. Interrumpen la transmisión.

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