[Reseña] La abuela, de Chris Pueyo

Este libro de no ficción significa muchas cosas a la vez: la inocencia de los primeros años, el calvario de la manipulación, el inexorable paso del tiempo, el deterioro de nuestros seres queridos, la supervivencia ante el maltrato físico y psicológico, y el coraje de asumir las consecuencias de nuestras propias decisiones. Y todas ellas giran en torno a la abuela del escritor Chris Pueyo, Carmen, la protagonista de la historia, que también es su madre, pero que, además, bien podría ser la nuestra.

Esta tercera obra de Pueyo (Madrid, 1994) toma como insumo las memorias de su abuela, las cuales servirán para construir una historia llena de matices, oscuros y esperanzadores, a través de una prosa en verso que descubre la naturaleza poética del autor. En ella convergen dos puntos de vista que se intercalan por momentos, la de Christian y la de su abuela, pero sin restarle cohesión y unidad al relato.

Todo comienza con un anuncio inesperado. Carmen, quien, como todos los martes, recibe la visita de su nieto, le informa a este acerca de su testamento. Ante la noticia, Chris entra en pánico. Un testamento encarna la resignada aceptación de una muerte que aguarda desde cerca, con la guadaña bien sujeta a sus manos. Y como no puede batallar contra lo imposible, se le ocurre la idea de perpetuar a su abuela y volverla imperecedera: escribir sobre ella y sus recuerdos.

Chris y la abuela. Fuente: Twitter.

Quienes hayan leído el libro concordarán en una cosa: la durísima vida de Carmen. Sobre todo en la España de la década del sesenta y setenta del siglo pasado, rebosante de prejuicios (cabello corto en las mujeres era sinónimo de rebeldía(1), la dificultad de emplear laboralmente a mujeres separadas, restricción en el uso de anticonceptivos, etc.), antiabortista y en la que la mayoría de edad se adquiría mucho después. En aquella época se evidencia la ingenuidad de Carmen cuando, antes de iniciar su viaje a Francia, se practica el «análisis de la rana» para descartar un embarazo, y que derivará en un falso negativo:

Estaba ultimando mi viaje y, para mayor garantía, me hice el análisis de la rana, típico de aquella España, para saber si estaba embarazada. Consiste en introducir la orina del paciente en una rana hembra. La orina de una mujer embarazada contiene una hormona que estimula la ovulación del animal, si la rana ponía huevos al cabo de un día, el test era positivo. No existía el Predictor, no existían las pastillas del día después ni nada que se le pareciera. Tan solo las pastillas mensuales que los médicos, por principios, no te recetaban y las farmacias no te vendían(2).

Pero también le tocó asumir decisiones difíciles, con un segundo embarazo en camino y ante un matrimonio que solo empeoraba con el correr de los días:

Me hablaron de un señor que se dedicaba a ello en La Elipa, en las condiciones más peligrosas que nadie pueda imaginar, sin higiene ni conocimientos y con todo tipo de riesgos, incluso a nivel legal.

El sitio era una casa lúgubre y sucia con muchas escaleras y pasillos estrechos. Me tumbé sobre la mesa, me abrieron las piernas y con un objeto metálico empezaron a rasparme por dentro. El dolor era terrorífico y aún puedo sentirlo. Lo único que lo mitigaba era saber que esa criatura no llegaría a este mundo a sufrir con un padre indeseable. Fui y volví sola, de noche y sin anestesia, ya que una vez terminada la interrupción abandonabas la casa, a pie, por ti misma. Los dolores eran intensos y se agudizaban mientras caminaba en busca de un taxi como puñaladas en el bajo vientre. Regresé a casa procurando caminar con normalidad, solo debía ponerme en contacto con el señor en caso de fiebre alta o hemorragia. Medio siglo después recuerdo este episodio a la perfección. Lo que nunca consigo recordar es la cara del señor; la luz de la sala era mínima, solo una lámpara enfocaba la camilla donde estuve el tiempo que duró la intervención. Seguramente era así para no poder distinguirlo, todo formaba parte del ritual, nada era casual(3).

Así se suceden situaciones iguales o peores. Cada vez que Carmen está próxima a salir del hoyo, vuelve a caer o la empujan deliberadamente hacia otro, acaso más profundo. Pero mientras más se encuentra comprometida, ángeles saldrán en su auxilio para darle un salvavidas y mantenerla a flote.

Es posible que el autor se haya visto influenciado por Rayuela (1963), de Julio Cortázar, al incluir capítulos alternativos que se pueden omitir sin perder el hilo de la historia, y por Ordesa (2018), de Manuel Vilas, al momento de incluir fotografías en las memorias de la abuela, lo cual –esto último– no es usual hallar en libros de este género.

Es difícil no encariñarse con Carmen. En una sociedad que privilegia la juventud y el consumismo, quienes por ventura tengan a sus abuelos aún vivos encontrarán, luego de leer La abuela, una magnífica oportunidad para poder conocer un pasado oculto y explorar aquellos lazos que los atan con vigor a la vida.

Referencias bibliográficas:

HUSTVEDT, Siri, 2019: La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres. Trad. Aurora Echevarría. Barcelona: Booket.

PUEYO, Chris, 2020: La abuela. Bogotá: Destino Infantil y Juvenil.


(1) Habría que repensar seriamente el papel que juega la longitud del cabello como elemento diferenciador entre hombres y mujeres y si se sigue justificando su vigencia. Contrariamente a lo que sucede en la actualidad, en diferentes latitudes y tiempos, el cabello largo en hombres era un distintivo de alto rango (los reyes merovingios), poder (Sansón) y prestigio (el compositor Franz Liszt) y no sinónimo de feminidad. Véase Hustvedt, 2019, p. 93.

(2) (Pueyo, 2020, p. 79).

(3) (Pueyo, 2020, p. 93).

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